En el año 1969 decidí pasar seis meses en París con el fin de aprender el idioma francés. deje el empleo de auxiliar de clínica ya que cuando regresara debia de examinarme de reválida de bachillerato para después poder acceder al examen de ingreso para los estudios de enfermería que se impartian en la escuela del hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona en régimen de internado.
La primera noche que estuve en París estuve alojada en el albergue de la agencia ‘Au Pair’ conocida por ‘Stagiaire aide familial ètranger’ cuya función era la de proporcionar empleo a jóvenes candidatas entre las familias que habían solicitado los servicios de atención infantil.
Al día siguiente me presente al domicilio indicado y fui recibida por la Odette, la abuela de los niños que permaneció en casa su hija para poder recibirme, pues los padres eran propietarios de un restaurante del centro de París y su dedicación era completa.
Durante dos meses de verano los pase con los niños uno en una finca de montaña propiedad de Odette que hacia había enviudado y otro mes en un en apartamento de plaja en el departamento de Normandia. Con Odette tuvimos ocasión de conversar largamente y decía que me comprendía muy bien cuando hablaba en frances a pesar de tener un marcado acento catalán.
Era muy buena cocinera y mostraba satisfacción cuando manifestaba que su comida era deliciosa, tenia un caracter amable y un dia me comento que le había causado buena impresión y primer día que me conoció y recordaba el detalle de cómo iba vestida. También dijo que en la agencia habían solicitado especialmente una joven española porque consideraban que las españolas éramos más maternales. Habian tenido la experiencia de antes con una niñera de nacionalidad inglesa y consideraron que se pasaba muchas más horas entregada a la lectura que no al cuidado de los niños.
Según mi criterio consideraba la situación algo invertida en el sentido que los niños recibían poco calor afectivo de sus padres, era bastante habitual que cuando ellos llegaban a casa después de su jornada de trabajo, los niños ya estuviesen en la cama a punto de quedarse dormidos.
Una vez Gil, el niño pequeño de cuatro años, descubrió una parte de mi anatomía torácica y exclamo:
– Maria, tu as des boules, refiriéndose a mis pechos.
Le respondí: Oui, toutes les femmes au des fosses. Maman aussi.
Gil quedo unos instantes sin decir nada y después pregunto:
– Maman aussi?.
Me sentí conmovida por el hecho de saber que Gil no habia tenido ocasión de experimentar el fuerte contacto con su madre. Nuevamente lo volví a abrazar y lo besé dándole espacio y calor para que sintiese.
Este hecho no fue el único que me desconcerto, tambien me sorprendió ver una manifestación pública donde las mujeres pedían con voces y pancartas que el aborto fuese libre y gratuito. Al ver este tipo extravagante de petición me sentí confusa, incomoda, no entendia nada, experimentaba un rechazo intrinseco muy interno.
Me acerque a una joven manifestante que caminava por un lateral de la comitiva y le pregunte porque hacían aquella demanda y respondió:
El aborto no es legal, se practica clandestinamente sin garantías sanitarias, es necesarioque que este legalizado.Otra de las cuestiones que me sorprendieron fue ver la poca comunicacion entre las personas que se trasladaban en metro, personalmente estaba acostumbrada a viajar con los ferrocarriles Catalanes en el trayecto Terrassa-Barcelona y en él los viajeros manteníamos continuas conversaciones, aunque no tenia la experiencia de viajar en metro por la ciudad de Barcelona y por este motivo no puedo opinar. Sí que puedo decir que los viajeros que utilizavan el metro de Paris, iban superlaticamente callados y manifestaban un talante de poca alegría, su semblante era inexpresivo, tenian la mirada lejana, tal vez fuera para evitar intimidar a alguién con su mirada , no lo se, pero lo cierto és que configuraba un ambiente de completo anonimato.
Las francesa que viajaban en él, con frecuencia se las veia bien maquilladas, llevaban perfume y complementos del vestir que daba un cierto porte de elegancia, pero al igual, sin atisbos de simpatia. Además de la inexistencia del contacto comunicativo observado en el metro, también ví que muchos de nosotros procediamos de otros paises. Llegados a los andenes las prisas eran espectaculares, era imposible hacer una pregunta a algun pasajero.
Cuando llegué de regreso en Terrassa y en especial el día que acudí al Instituto Nacional Egara de bachillerato, visualicé claramente y como si lo viera por primera vez, como era nuestra forma de ser. Sentí satisfacción al observar con que facilidad abriramos una conversación, nuestra alegría, viveza y espontaneidad , no sé, era como si algo que habia de fluir y fluiese.
Me he preguntado por qué he escrito esta experiencia y he llegado a la conclusión de que la he comparado con nuestra forma de vida actual cada vez más parecida a las formas de hacer parisinas de los ochenta. Sin darnos cuenta hemos ido incorporando estilos de vida que antes veiamos como extraños y que algunos de elos iban en contra de nuestros más intimos sentimientos y ahora vemos que estos estilos de vida se han convertido en casi patrones estandarizados y normales que aceptamos con agrado.
Hemos sido importadores y lo seguimos siendo de algiunos patrones que incumben en nuestra manera de ser y que sin duda son poco elogiosos, no avanzamos hacia una riqueza de espiritu y de valores si no al contrario en direcció hacia aspectos mas solidos, materiales y contundentes. Esta és tant solo una experiencia parisina.